sábado, 20 de octubre de 2012

¿No se te ha ocurrido nunca que quizás es que ya tienes todo lo que querías?



Estoy inconforme, insatisfecha, aburrida, aturdida, fastidiada, limitada, desagradada, esperando,… sólo me gusta provocar. Eso que ni qué, no me gusta eso de lo mismo, no me gusta lo normal, no me gusta lo convencional, no me gusta tu queja y tu desidia. Pero adoro quejarme, adoro sentirme satisfecha, estoy conforme, estoy somnolienta. Pero es que por qué ser convencional? Sí justo tengo estándares altos, tengo ambición, tengo colmillo, tengo lente y ojo clínico-cínico, soy simple pero sé medir y calcular la actuación de las personas, soy irónica, soy muy divertida, soy sonriente. Soy perspicaz y babosa. Soy excelente trabajadora, proactiva, aprendo rápido, perfeccionista, me gusta ayudar, pero soy exigente, competente, jefe espléndida, enseño y reconozco las capacidades en los otros, soy generosa soy dura soy prejuiciosa, soy pretenciosa, soy soberbia y poco humilde cuando no tengo por qué serlo. 

Soy extremadamente inteligente. Soy una mujer como pocas. Soy odiosa con los incompetentes, soy justa con los luchadores, soy humilde con mis semejantes soy empática y me duelen las injusticias, me encabronan los abusos, le huyo a la prepotencia, me intento enojar lo mejor posible por razones legítimas. Tengo experiencia. Me gusta cuando hay cosas bien hechas, me gustan los ideales pero me burlo de los soñadores irreales, me uno a las causas perdidas que más le llegan a mis emociones. Me emocionan los buenos discursos, lloro con algunos, me conmueven las protestas valientes, amo los hombres que hablan de migración y trabajan con migrantes, amo las mujeres empoderadas chingonas que no se definen como empoderadas y odio a las seudo feministas. Odio los políticos pero leo sobre ellos el 97% de mis mañanas, odio que me pongan a sonreírle a políticos que entran a mi oficina, odio los hombres sin pasión y los que no pueden hablar de política. Si no hubiera sido servidora pública, quizás estaría protestando, tendría muchas más canas, o estaría muerta en algún lado de Guerrero. O ya hubiera ganado el nobel. Quizás deba tener más huevos y hacerlo. 

Soy intolerante con los lentos, los que sólo se quejan en sus casotas pero no hacen nada por cambiar las cosas, sólo hablen, ni mencionar lo que opino de los faroles, los ilustres, los frutti di mare, los cumbieros intelectuales. Es decir, odio la música que escuchan mis exes, parece que no aprendieron nada, pero los amo completamente a ellos; no hay nadie a quién quiera más que a mis amigos, adoro L’Amitié de Françoise Hardy, dice exactamente lo que opino de mi vida llena de amigos. Tengo un séquito de viejas (mis mejores amigas incluida mi hermana todas en sus varios continentes) que llevo tanto en mi iphone como en mi corazón y un referente obligado en mi acontecer diario. Veo algo y me remito a alguna de ellas, cada una tiene algo que decirme cada día. Mi corazón es el de ellas, y ellas serán todas mis damas de honor. Me gusta mi familia a pesar de todos sus errores. Y amo a mis padres con locura (misma que me heredaron), los prefiero divorciados, adoro a mis hermanos, me parecen increíbles los dos, y divertidos, tiranos y locos como yo. Exactamente así nos hicieron y cada uno de los tres tiene una tiranía, locura y diversión propia, grandes personalidades. 

Me encuentro guapísima, más curvibuena que nunca lo cual ya a esta altura me parece lo constante, resignada con este culo enorme, mejor aprendo a quererlo y trabajarlo, con estas tetas que ¿ya qué le voy a hacer?, feliz con mi cabello larguísimo, contenta con mis ojos grandes, pestañas naturalmente enchinadas, mi nariz bola, mis piernas que caminan rápido por fin; mi excelente gusto para vestir, mi forma de combinar accesorios y mi amor por las cosas pequeñas diminutos aretes, cadenas delgadísimas, anillos simples y sencillos. Me gusta ser una superficial extrema, compro y miro, me pruebo y apruebo. Me sé capaz de satisfacerme sola sexualmente, se estimular mi mente con libros y música o pornografía visual o tan sólo fantasías mentales. Soy sexy a pesar de mis más profundos días grises de tormentos internos, podría ser delgada por supuesto, y sería perfecta. Pero eso implicaría dejar de comer que es lo que más disfruto en la vida, la buena comida; junto a dormir, cagar, tomar café y ay sí, y quizás follar. Me gusta tanto hablar, me encanta discutir y me gusta hacerlo con gente inteligente. 

Hay personas que aún me ponen nerviosa y siento mis cachetes ponerse rojos o siento mis axilas transpirar. Y aún así, me he convertido en una mujer con porte, capaz de portarse a la altura en eventos refinados, y aunque no lo sean, sé cuando ser prudente y discreta, soy inteligente en mi observar y participo sin medio, me presento y rinden frutos mis esfuerzos; soy segura de mi misma y sé lo que valgo. Soy sencilla y simple, educada y canto en francés, pero también soy una ninfa vulgar llena de comentarios rojos y doble sentido, una guarra. Qué importa si también fui educada con cultura y varios idiomas. Puedo, reitero, leer a los nuevos mamadores escritores que triunfan en EUA como volver a mis clásicos franceses, a mis revistas tontas tontas, mirar mis telenovelas en you tube, leer a Roberto Bolaño y eso sí, ya no babear por hombres que citan a San Agustín en latín. No me pidan quitar ni a Juan Ga ni a Emmanuel ni al Recodo de mi ipod, no me pidan no admirar a Pink o a las nuevas musas gringas que hablan de cuán bien se siente estar sola.

Mi favorita de Elton John es Goodbye Yellow Brick Road por hablar de un desamor terriblemente doloroso, y luego para equilibrar el rezago emocional le cambio a I want love del mismo genio y la escucho por lo menos una vez cada semana cuando sueño con amor y romance por los metros o las calles de la ciudad más bella del país, NY.

Entonces se me viene encima la verdad, me gusta andar sola por la vida, me encanta vivir feliz conmigo misma y admirar a diario la ciudad, y cierto, ocupar mi cama enteramente, roncar si se me da la gana, por decir lo menos, pero para dejar de engañarme a mi misma, quiero también enamorarme nuevamente, pasar tiempo con alguien que me ame por todo lo anterior y con un chingo de pasión, alguien –hasta el momento hombre eso sí- a quien no le importe que no piense peinar a mis hijas estrictamente y que las vestiré adorablemente, alguien quien no me quiera cambiar demasiado, a alguien que ame mi locura, que sepa tomar mezcal y me bese con toda su lengua, alguien que ame mi pasión por las causas justas y perdidas, alguien que luche conmigo y quien ame meterse tacos en la boca aún debajo de un puente. Alguien que adopte a mis amigos, que soporte a mis tías, que quiera a mis abuelitos. Alguien que se enfrente a mis amigas, que son mi ejército, alguien que tenga manos grandes. Alguien que me encuentre deliciosa aún con estas carnes, alguien que me ame a pesar de que soy difícil y me han roto el corazón más de diez veces en mi vida. Alguien que hable en español y entienda todas las idioteces y cosas inteligentes que tengo aún por decir. Alguien que se anime a hacer una o dos hijas conmigo, que entienda por qué el nombre Emilia me fascina, que entienda que quizás nunca termine de crecer o madurar, que sepa que nunca me domesticará, que soy un ente emocional y poco serio, y que comparta mi mayor amor que es y será México.

Me da miedo, sin embargo, darme cuenta que cuando estoy en los antros o bares los viernes o sábados, o domingos, bailando y cantando y sintiendo como si fuera esto the time of my life, no sé si me voy a animar a comportarme como adulto y decidir poner un hasta aquí a mi autosaboteaje, a mi celosa vida de soltera, a mi terrible miedo al dominio externo de mis emociones y sentimientos. No sé si logre ahora poder cruzar las murallas que he construido a mi alrededor en los últimos años. No sé si me anime a compartir mis horarios, a conciliar mis miedos, a poner a dormir mis fantasmas, mis tormentos. Porque quiero amor, pero vaya, jamás seré una mujer desesperada, si algo tengo claro, seré sexosa y lo que sea, pero jamás una que se conforme con lo primero que me ofrezcan, de la eterna soltería estoy consciente. Pero soy tierna, y ternura tengo a regalar, y quizás sea momento de darle menos a acción diferida y darselo a alguien. (¿o me compro perro pal caso?)

Cuando deje de ser yo misma, será el final. Cuando me dejen de encabronar las injusticias e incompetencias de los burócratas o funcionarios del Estado será tiempo de ir  a educar a mis mascotas,… no, más bien será cuando me empiece a alaciar el cabello o hacerme chongos perfectos, a poner uñas postizas, a combinar a la perfección mi ropa, cuando deje de ser yo misma. Cuando empiece la dictadura de la perfección, cuando me olvide de mi misma, cuando ya no comparta una visión de pareja con una pareja y domine uno, cuando pierda la sensualidad y la sensibilidad, cuando importe más el dinero que los sueños, cuando deje de reírme cuando vote por el PRI cuando me hagan la vida fácil, cuando me rinda, cuando deje de llorar cuando deje de comer carne, cuando deje de maravillarme con las pequeñas cosas hermosas que te da la vida en un día como cualquiera, como hoy que me regalaron unos eucaliptos que iluminan mi hogar con este olor increíble.

Carta a la siguiente Nilbia, a la de los 33 años.