Antojos

Leía. Es mi etapa de disciplinada. Salí por un mandado, y hacía frío. Regresé, qué elegante salón pensé. Seguí leyendo, ahora leo más rápido y me logro concentrar más. Empezó a nevar. Se veía bonito… de adentro. Súbitamente tuve un antojo de un buen whiskey en las rocas. Frío, qué paradoja, algo fresco para la garganta. Qué elegante me volví con los años. Podría parecer. Pero el whiskey es rico, y provoca placer. Y anoche tuve antojo de olerlo, darle un largo soplo. Qué deli el olor de whiskey y sobre todo el olor del aliento de alguien que tomó whiskey. Y lo fría que debe estar su boca. Puedo presumir haber besado muchas bocas con esa sensación, con lenguas frescas.

Me fui a mi casa y no bebí. No bebí porque no tenía el aditamento y porque llegué enferma, de nuevo. Planeo beber ese whiskey mañana. Porque mi antojo es legítimamente por el alcohol no por la metáfora del hombre. No le digan a mi mamá eso sí. Y uno no toma buen alcohol por otra cosa más que darse placer, como mis nuevos juguetes, como poner una gran rola como la de ahorita de los Cowboys Junkies, darse placer. Esa fue la lección de la semana: si leo 1000 páginas es porque quiero. Fue una buena semana (ahora son así de raras, intenso trabajo 3 días, lectura en los siguientes días). Logré saber un poco más que me gusta en la vida. This is love for life on my own terms.

Mi mejor antojo esta noche es tener sueño. Porque tengo antojo de dormir. Mi mejor triunfo es dormir con cansancio pero bien. Espero soñar igual de genial que anoche (mi hermano era una lagartija... hoy cumplió 28). Los quiero.