martes, 3 de noviembre de 2009

El antihéroe ante lo alterado


¿Tendré algo malo? ¿Será el exceso de optimismo o de contestes? ¿Será por qué he estado muy feliz y estable que de pronto mi cuerpo no sabe cómo reaccionar ante la "alteración"? Tengo intolerancia a la gente alterada emocionalmente. Y lo veo no en enojo, sino en mi confusión y un poco de cabizbajez ante un día como el de hoy. Hoy ví, escuché, respiré alteración y estuve en lugares repletos de gente alterada. 

Por ejemplo, pasé más de una hora en el Student Health Center de NYU para ponerme unas vacunas que debí ponerme gratis en México, bueno ésa es otra historia. Pero el punto es que habían colas y colas enormes de niños adolescentes esperando a que les pusieran la vacuna contra H1N1 (y como dadas hasta las patadas, me la puse también). El punto es que un ambiente así refleja lo que es, tensión, preocupación y sicosis colectiva. 
Hubieron elecciones para alcaldes en New York y otros miles de lugares, y se siente la espera, la incertidumbre y bueno, la gente alterada.  

Nada podía ser peor para la tensión colectiva en NYU que amaneciéramos con un mail del director sobre el suicidio de un hombre de alrededor de 20 años. Estudiante, claro. Ni hablar de los detalles. Es normal que eso haya generado un ambiente de gente alterada emocionalmente. Ni voy a pronunciarme sobre mi mal agitada opinión sobre el suicidio, personalmente no creo en eso. Lo que sí siento y re siento es mucha pena por alguien tan joven. Es una lástima y será una carga de preguntas y dudas, y mucha tristeza para tanta gente. Al mismo tiempo me molesta la gente prejuiciosa, imprudente y metiche que se atreve a emitir opiniones sobre esta persona. 

Y me recrimino un poco ya ser un tanto mayor para recordar y hurgar en mis sentimientos pasados, y recordar esa edad. 20 años, 21, es todavía un adolescente? Ni sé. Lo que alcanzo a ver ahora a mis casi 30 es que simplemente... es ser joven. Y soy además de chillona, muy empática y sí es cierto, es una etapa que es subjetiva y horrible en muchos casos. 

Recuerdo de pronto mis clases de latín (a mis 15), Madame Librizzi siempre hablaba de cómo los romanos hacían la diferencia entre los jóvenes (menores de 17 años) y los adolescentes: de 17 a 30 años. De hecho, joven hombre y joven mujer de 17 a 30, se dice "adulescencens, adulescencentis". No recuerdo más, sólo que obviamente dulescens es douceur, algo suave, blando. Paradójicamente a esa edad uno se cree tan mayor y alza la cara con pedantería, y no, es cuando más inexperto eres y más ridícula es tu inexperiencia. Y somos tiernos porque nuestras mentes son manipulables, vulnerables y claro, inseguros.

Hay una clase de hombres, de la cual no he hablado todavía, pero de la cual tiendo a enamorarme siempre. Son aquéllos que me remiten a los "románticos", los románticos como yo de joven, ya en serio, aquéllos que representan el movimiento artístico en Europa. Lorenzo, personaje principal del drama romántico Lorenzaccio de Alfred de Musset, es el mejor de los casos. Es un anti-héro joven de 19 años que muere por una causa romántica, pérdida (política y poética) y claro, muere. Debe morir porque así se lo dicta su lírico y soñador corazón y porque la carga más pesada es ser uno mismo tras no haber podido cumplir su objetivo de alcanzar la libertad contra la opresión de un tirano. El muchacho se rebeló contra el destino y la fatalidad. O algo así (obviamente mi reseña es peor que la lectura de mis colegas feministas de por qué están ganando ahorita alcaldes republicanos) no tengo talento para esto. Sólo quiero transmitir que siento empatía por los que sufren y comparto ese dolor por causas tan románticas. Lorenzo también era un ser joven... y quizás sólo necesitaba más años. 


Y queridos, no estoy emitiendo juicios de valor por primera vez, pero realmente creo que es una edad muy vulnerable. Nuestras mentes son moldeables, son tan fáciles de engañar y de herir y de marcar de por vida. No hablemos de casos particulares, pero es cierto que no todos corren con la suerte de ser ecuánimes y descubrirse es un largo trayecto. Y quizás eso no necesitamos tampoco. Quizás muchos hubiéramos necesitado un casco anti mundo exterior por muchos años. O algo, como una curita emocional preventiva ante el enojo y las madness por supuestos fracasos, por supuestas crisis, por supuestas todas las cosas. Quizás déjennos dormir muchos años hasta ver la luz, cuando todo es más claro. 

No estoy triste, sólo siento pesar. Estoy triste, lo sé (pero porque la tristeza colectiva se te pega, aunque sea un día de contestes llegas a casa con ese sentimiento). Es una lástima que sucedan estas cosas, te recuerdan que como bien decían por ahí, no hay peor enemigo que uno mismo.  

Y como decía Rimbaud: Nature, berce le chaudement, il a froid.

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