i smile sadly for a love i could not obey…
Un día que estaba en 1ere (2do año de prepa), un chico de mi salón, que claro a mi tierna corta taradita edad me parecía “lo más guapo del mundo” se tomó la libertad de opinar lo siguiente en pleno gimnasio del Liceo Franco Mexicano: 'Yvette, no te preocupes, tienes 16 años y te noto insegura, pero en un año te vas a poner mucho más linda'. Suena menos peor ahora que hace 14 años pero me dolió mi pueril ego. Y resulta que el muy igualado de Marc tenía razón porque a mis 17 años no sólo embellecí y me puse bien “linda” pero fue un notorio cambio en mi actitud, me volví más segura. Y así empezaron mis 18.
Qué chistoso es tener dieciocho. En la mayoría del mundo, ya eres mayor de edad. Gran error. Dicha convención social, muy celebrada entre la juventud claramente, genera falsas expectativas que nunca se cumplirán porque a esa edad aún eres inmaduro, joven y un chamaco pues. En fin, eso no lo sabemos en ese momento y uno se cree bien grande, tan grande que a veces a esas edad te gusta aplastar a los demás. Te gusta mirar a otros desde lo alto de tu inexperto y ya gran ego.
Cuando entré al CIDE realmente era inocente en muchos sentidos pero también era una engreída. Me creí eso que decía mi profesora de latín, que tenia "une étoile de plus que les autres". Fui inocente. Yo venía de un mundo distinto, y mi primer error fue no saber qué tipo de escuela era ésa, y aventármela así nomás. Tenía cara de saber, había leído mucho, soportaba cargas de trabajo pesadas, ganas de entender (era ñoña), pero era débil emocionalmente. Bonito perfil para entrar a una escuela tan pretenciosa para hacer tambalear cualquier alma insegura. Ahí empezaron mis 20… una maraña de pasiones revolucionarias confundidas, una niña encabronada que se sabía inteligente y gente aún más y absolutamente payasa. Me la pasé bien, pero uno no se da cuenta de las cosas que acumula hasta que las empieza a sacar de mala manera. Por eso durante los años dedicados a mi enorme tesis, de los 23 a los 25, fui infeliz. Sí, luego gané un premio. Como me lo habían prometido en 1998: pertenecía a una élite intelectual… Y mucha neurosis y soledad.
Fue a los 26 que empecé apenas a transformarme en verdad.
Qué consten que nadie me avisó que la inseguridad y miedos que tuve casi toda la década de los 20 iban a desaparecer a finales de estos años. Nadie me avisó que caminaría tan feliz por cualquier calle con el viento en la cara y sonreiría. Nadie me había dicho que no tenía que tener a un guey conmigo para sentirme feliz y contenta conmigo misma, sola. Inteligente, siempre di señales de ser. Pero no era suficiente. No estaba completa. Ahora sí.
He hablado de ésto con mis amigas de aquélla época y creo que ni nosotras mismas hubiéramos apostado por nuestra fortaleza interna, nuestra sensibilidad y nuestras inteligencia y capacidad. Y la lucha de este último año me ha hecho volver a preguntarme: ¿qué tipo de mujer fui, soy y quiero ser? No me conformo con lo que fui, pero no lo he olvido, lo llevo muy cerca de mí, lo sigo cargando, al contrario. Pero ahí voy, citando a alguien cuyo nombre no diré, sigo una oleada. O a esa banda eléctrica que me lleva.
El roce con otras mujeres y otras experiencias de vida me hacen pensar. Leer cosas sobre las mujeres, movimientos sociales de feministas que respeto muy poco, y trabajar de cerca con organizaciones que hacen las cosas de forma distinta para preparar a niñas a enfrentarse a este mundo, entre otras cosas, me han hecho volver a pensar lo mismo. ¿Quién demonios quiero ser?
Y creo que hallé la respuesta. Fue muy fácil. No sé adónde llegaré, pero tendría que ser a partir de lo que soy hoy. Y empecé a divagar... Y puse una de mis canciones favoritas.
Lady Stardust de David Bowie me gusta porque es la única canción de amor de ese disco. Un amor y fascinación por un ser ordinario, común y corriente, por el cual la gente no voltea la cabeza. Un ser tan único, tan híbrido, tan lleno de gracia casi animal, tan indefinido y también tan bello y hermoso. Nadie lo mira hasta que se sube al escenario y canta, todo maquillado, escondiendo quién es, quizás incomprendido, joven e inseguro y se transforma en algo absolutamente glorioso, casi divino. Me parece que es una canción triste pero que profesa un gran amor... porque, ¿quién hubiera apostado por él?
¿Quién hubiera apostado por mí? Muchos sabiendo de mi capacidad. Pocos conociendo mis miedos. Yo no al menos. Y ahora pienso distinto, una mujer que apuesta por ella misma.
Y quiero ser eso, la mujer que apostó por ella, que se escuchó a si misma y que se sigue únicamente a ella. Y eso implica estar en paz conmigo y con todos los demás, implica de mi parte un ejercicio constante. En mi caso, debo aprender a vivir a lidiar con la gente sin salirme de mi pero tampoco dejando de ser quien soy. Y sin traer ese maquillaje que trae Lady Stardust. ¿Y qué me falta? Mucho, evidentemente.
Por ejemplo, hace unas semanas un hombre que me gusta y que quiero, me alteró. Me hizo llorar, rabiar y entristecer. Era la primera vez que me sucedía desde que empezó mi etapa de soltera hace ya casi 9 meses. La primera vez tras ser tan feliz conmigo misma. Y claro, después de secar mis lágrimas y echarme un americano con leche sentada frente a Washington Square que me supo a whisky, recordé por qué me gusta estar sola. Estaba muy digna y en mi máximo grado de amor propio, claro, hay límites pensé. El límite es simplemente no querer sufrir esto. I smiled sadly for a love i could not obey. El amor me altera, me dije, y por eso, se acabó el amor.
Pero me gusta el amor, gran paradoja, y volver a sentir amor es uno de mis retos actuales, no me importa sonar cursi. El amor me altera por definición, saca esas pasiones, la turbulencia, el dolor, los wild wild horses y las lágrimas, y si es a larga distancia, peor... pero ¿y qué mejor reto para alguien que se ha transformado y se siente la muy-muy como yo? ¿Qué mejor el amor para alguien que apuesta por si mismo? No sé, supongo que lo será.
Aún me siento pequeña en ese aspecto. Es una oleada difícil para mí. Pero es un aspecto básico para todos. Las relaciones son la arena social más importante para los individuos. De eso depende todo... al menos para mí.
Me falta pero quiero ser así, alguien que se sube al escenario y con la luz o sin luz en la cara se atreve a lo que sea, porque nos hemos transformado. Tambaleando o no, alguien que se apuesta por si mismo en cada tipo de reto que le tiene preparada esta sicótica vida sin importarle el resto. Miedos, son mis únicos fantasmas, quizás no debo perderlos, sólo vivir con ellos...
Venga 2010! Vengan las crisis de los 30! Venga esa locura que todos necesitamos.